Durante meses, Fabio Di Lello había esperado una respuesta de la Administración de Justicia italiana a la muerte de su esposa, Roberta Smargiassi, de 34 años. La motocicleta en la que viajaba fue embestida por un Fiat Punto conducido por Italo d’Elisa, de 22 años, que previamente se había saltado un semáforo en rojo. Sucedió el pasado mes de julio en Vasto, un municipio situado a 80 kilómetros de Pescara, en la región italiana de los Abruzos.
Sin embargo, la investigación avanzaba a duras penas, no se encontraron pruebas concluyentes contra el sospechoso y en noviembre se cerró la primera parte del proceso sin que tomaran medidas penales contra el conductor del coche. Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del marido de la fallecida. Decidió tomarse la justicia por su mano. Esperó a d’Elisa a la salida de un bar armado con una pistola semiautomática y le disparó tres veces en el abdomen. El joven murió en el acto.
Seguidamente, Di Lello se dirigió al cementerio de la localidad, donde tantas horas había pasado desde la trágica muerte de su mujer, y depositó el arma, envuelta en una bolsa de plástico, sobre la tumba de Roberta. Desde allí llamó a un amigo, a quien le confesó los hechos, y a su abogado, que alertó a las autoridades.
Críticas a la lentitud de la Justicia
Muchos en Vasto creen que el crimen se podría haber evitado si la acción de la Justicia hubiese sido más eficaz. La muerte de Roberta, que trabajaba en la panadería de su padre, muy popular en la localidad, causó una gran conmoción en la ciudad. Cientos de vecinos apoyaron las movilizaciones por la familia de la víctima, con el marido al frente. Exigían justicia. Muchas personas salieron a la calle durante varios días, y otras muchas apoyaban la causa a través de las redes sociales.
En varias páginas de Facebook aún se publican mensajes en los que se acusa al presunto responsable de la muerte de Roberta –y ahora fallecido- de no haber mostrado nunca signos de arrepentimiento por el suceso y de tener una actitud “insolente” con el marido de la víctima.
Una “campaña de odio”
El abogado de Italo D’Elisa se refiere a una “campaña de odio” a través de Internet dirigida por los familiares de Roberta Smargiassi. Según el letrado, el proceso judicial seguía su curso. El sospechoso habría tenido que aparecer en los próximos días ante el juez de primera instancia. Se habría fijado una audiencia preliminar, en la que se habría tenido que decidir si se acusaba o no al joven.
Pero la realidad es que no hubo una “rápida acción de la justicia que desembocase en un castigo ejemplar”, lo que habría evitado esta segunda tragedia, según el arzobispo de la diócesis de Chieti-Vasto, el monseñor Bruno Forte: “El poder judicial debe seguir su curso, pero de la manera más rápida posible. Una justicia lenta es injusta”.
Lo mismo pensó Fabio Di Lello. Los acontecimientos se precipitaron y ahora hay tres familias rotas: la de Roberta, la de Fabio y la del joven asesinado, Italo. Y un pueblo dividido.
Una justicia lenta es injusta
BRUNO FORTE Arzobispo de la diócesis de Chieti-Vasto